lunes, 15 de diciembre de 2008

Y acabarlo todo en un instante

15_12_08

"No tiene usted pinta
de ser de esas personas que se arrojan desde los puentes", le decía Vanessa Paradis a un Daniel Autill
en horas bajas, citándole a él mismo, en la preciosa "La chica del puente" de Patrice Leconte.

Entre ellos se establece a lo largo de la película una relación entre salvada y salvado dependiente y mágica, con lanzamiento de cuchillos incluido, que queda en el imaginario de los amantes del buen cine como un ejemplo de lo que se dice un buen trabajo de actores y director. Todo comienza y acaba en un puente. Un puente donde ambos intentan acabar pero terminan empezando. Porque cuando damos algo por terminado estamos saludando al mismo tiempo a algo que comienza, concluir no es sino cambiar de estadio, pasar del adiós al hola.

Ayer era domingo y hoy es lunes, claro, un día frío que amenaza lluvia y más frío, y debe ser por eso que se me ha pasado por la cabeza este tema del final y el comienzo,...

o quizás no y hay algo que va a acabar....

Razón tenía, ya que por hoy, se acaba esta entrada

Mañana más. O pasado...

jueves, 11 de diciembre de 2008

El tiempo pasa...


11_12_08

El tiempo pasa.


"El tiempo pasa,
nos vamos poniendo viejos,
y el amor no lo reflejo como ayer..."

Así cantaba Silvio en esa vieja y hermosa canción y así nosotros nos damos cuenta día a día de toda la razón que tiene, nos enfrentamos a la edad, a los cumpleaños y al paso inexorable del tiempo con la actitud del que se cree no haber realizado la gran obra de su vida, de quien espera aún que llegue su momento, del aún me queda todo por hacer, y nos olvidamos en este trance que nos supone vivir de disfrutar este mismo paso que nos convierte, cada día, en una persona más completa de la que éramos ayer. Nos miramos en el espejo con la esperanza de no encontrar las arrugas que ya conocemos, de reencontrarnos con el rostro de las fotografías de antaño y nos desesperamos en la búsqueda de soluciones artificiales que nos devuelvan la confianza que perdemos con el correr de los días.

Por suerte el paso del tiempo a algunos nos depara alegrías y agradables encuentros, nos descubre que lo que cambia no siempre empeora, que seguimos caminando para llegar a ese lugar y ese lugar existe, no importa cuánto dure la travesía, al contrario, de caminos cortos no se acuerda nadie, de viajes relámpagos por el espacio tenemos los bolsillos llenos y se nos van perdiendo por los agujeros de nuestros bolsillos como rastros de arena que caen de los camiones.

Todo esto venía a cuento de la imagen de arriba. Aún no está terminada. De hecho, no sé si la terminaré, porque lo que he disfrutado ha sido el camino, el rellenar de color lo que antes eran líneas solamente, y trazar las líneas donde sólo estaba el blanco del lienzo. Eso, el trayecto, ha sido lo más divertido.

¿El final? No os preocupéis, que ya llegará. Sin duda.

Mañana más. O pasado...

viernes, 5 de diciembre de 2008

05_12_08

Temblando las manos quedaron.


Hacía frío y yo temblaba. Se puede pensar que era lo normal, siendo invierno, pero no, no era normal que yo temblara abrigado como estaba y estando en un local donde la calefacción impedía la entrada a las bajas temperaturas, que se quedaban fuera, en la frías calles de La Laguna.

Normal habría sido que temblaran las delgadas manos que tenía frente a mi, pero a pesar de su escueta indumentaria y de su
también escueta figura, el frío no parecía haber afectado a la propietaria de las manos que se movían frente a mi recordándome los movimientos de las alas de los cisnes cuando armoniosamente, pero con una sorprendente energía, emprenden el vuelo desde la superficie del lago.

¿Cuántas veces rocé sus dedos con los míos mientras hablábamos? No lo recuerdo. Tampoco recuerdo de qué hablamos. No puedo, por mucho que quiera hacerlo, pues la sensación que me invadía disipó cualquier esfuerzo de la memoria por recordar las palabras, y sólo intentaba reunir las fuerzas para atreverme a acercar más mis manos a las suyas y dejar de imaginarme cómo sería su contacto para sentirlo de verdad, pero no pude. Había algo en esas manos además de toda la carga sensual que podía sentir, existía una especie de halo misterioso que me atraía, pero a la vez avisaba con certeza del peligro que acechaba tras su apariencia inofensiva.

Ahora ha pasado el tiempo y he descubierto el secreto de esas manos, cometí el pecado de atreverme a tocarlas, apretarlas, besarlas,
ignorando los avisos, desoyendo a la precaución que me rogaba que tuviera cuidado, que no me fiase. No lo hice y ahora cargo con este peso para siempre, esta bendita carga que no quiero dejar de soportar sobre mi espalda. Esta penitencia que deseo que no se acabe nunca.

Ahora sé que no quiero dejar de sentir nunca esas manos.

Mañana más. O pasado...

viernes, 28 de noviembre de 2008

28_11_08

De repente, el silencio.


Es como dejar de escuchar, más bien de oír. Estás en medio de cualquier lugar y de pronto tus oídos se cierran. Dejan de funcionar a pleno rendimiento y te atrapa la sensación de aislamiento más extraña que has sentido nunca. Pero no es desagradable, como se podría pensar, es como si decidieran aislarte con una mampara invisible y empiezas a verlo todo desde una distancia irreal, porque no te has movido del sitio en que te encuentras, pero al mismo tiempo te sientes como si no estuvieras ahí.
La primera vez que recuerdo haber sentido este aislamiento fue en una playa, yo debía tener diez o doce años y en medio de la algarabía de niños chapoteando en la orilla y de familias con sus sombrillas a modo de improvisadas tiendas de campaña (fantástico ver todo lo que eran capaces de llevarse a la playa, calderos, cocinillas de gas, nevera...), como en un día cualquiera de verano, descubrí la sensación de estar sin estar, y pensé que quizá me había vuelto invisible, que esta extraña forma de sentirse se extendía quizá también al plano físico, y así, convencido de mi gran poder recién adquirido, me paseé por el estrecho paseo que llevaba a la punta donde un niño, mayor que yo, de un salvaje empujón me lanzó al agua y mientras volaba pensaba "qué mal momento para perder mis poderes".

Porque a volar aún no había aprendido, bueno, al menos no sin impulso.

Mañana más.

jueves, 20 de noviembre de 2008

Cuando cae la noche

21_11_08

Hoy es viernes y eso, puede ser peligroso.


Citando a "Tris tras tres", un programa de Radio 3 de hace muchos años (desconozco si se emite aún) comienzo esta nueva entrada.
Es viernes y mucha gente saldrá a descubrir qué les depara la noche, la oscuridad, el ansiado fin de semana. Algunos regresarán con los sueños rotos, frustrados, de una noche más perdida entre humo y alcohol... pero otros verán cumplidos al menos en parte sus deseos... se sentirán los seres más dichosos del planeta y ni el frío de la madrugada les afectará, mientras rememoran cada segundo, cada sonido, cada instante de la noche anterior.

Y quedan más fines de semana, más noches... más ocasiones...

Mañana más.

miércoles, 19 de noviembre de 2008

¿Queda espacio para la pasión?

19_11_08

¿Queda espacio para la pasión?
¿Queda tiempo para dejarnos llevar por nuestro lado más primitivo?


Vuelvo como veis a mi querido y adorado lápiz de grafito. Pero como hablaba antes de pasión, pongámosle un poco de color, caliente pero sin pasarnos, no sea que tengamos que apagar luego alguna llama descontrolada. Añadamos un poco de brillo, algo frío para compensar, cobre... sensación de
metal en los labios.
Y ahí les dejaremos para siempre uno junto al otro, abrazados pero sin mirarse, en contacto pero sin saberse reconocidos... quizás eso es lo que buscan, el contacto sin más, la satisfacción sin coste alguno, el no nos veremos más, pero no nos importa.

¿Buscamos eso, o algo diferente, más comprometido?... ¿pero, buscamos algo en realidad?

Mañana más.

lunes, 17 de noviembre de 2008

Lápiz, paciencia y pincel


17_11_08
Retomo una imagen de hace tiempo para arrancar este espacio.

En esa época me gustaba el lápiz de grafito.
Y aún me sigue agradando, básicamente porque me permite controlar con precisión el tono, el brillo, la luz, las sombras... la pintura me pide más libertad, menos control, y creo que debe haber un poco de ambos en todo, descontrol y control, locura y cordura. Una mezcla.

¿Acaso no somos todos el resultado de una mezcla, de genes compartidos?

Mañana más.









En camino

No he podido esperar a mañana y hoy vuelvo con un trabajo inacabado, pero fresco fresco... aún mancha.

Como veis he dejado a un lado a mi querido
lápiz de grafito y aquí m
e he dedicado únicamente al acrílico, dejando que el pincel marque los límites, que la mancha mande sobre el dibujo desaparecido bajo su opaca influencia.

Este trabajo comenzó siendo otro. Pero como una criatura que crece y acaba dejando el nido para volar por si misma, este ha desaparecido para siempre y se ha hundido en un mar rojo y dorado.

Prometo renovar la imagen en cuanto esté terminado.

Mañana más.









18_11_08
No pude evitarlo.

Me miró con esos ojos enigmáticos desde la página de una revista y no tuve más remedio que llevármela a un lienzo.

Fue un flechazo quizá, pero ahí está, para siempre, fijada a una tela que impedirá que envejezca salvo por el polvo que algún día la cubra, la vejez de los materiales o, ¿por qué no? la oferta de alguno, más apasionado que yo, que la quiera para si.

Porque bueno, todos tenemos un precio... se dice.

Mañana más.