lunes, 9 de febrero de 2009

Y nos rozó el dolor



09_02_09

La incertidumbre duele más.


Si alguna vez has sentido dolor, pero no uno cualquiera, no el dolor de un golpe, de un rasguño, no el tipo de dolor que sabes que remitirá tras una cura, tras una visita rápida a urgencias y un poco de yodo y una venda, tal vez algún punto de sutura y poco más. No. Me refiero al dolor que sin evidencias externas, sin señales visibles se aferra a tu interior, te desgarra por dentro y no puedes hacer nada para alejarlo, porque está dentro de ti, inamovible, manifestando su enorme magnitud.

Pero todo acaba hundiéndose en el cenagoso estanque del olvido, el dolor más amargo pierde intensidad en contacto con el dulzor del paso del tiempo, y al final sólo nos queda esa arruga en el corazón que nos recuerda lo frágiles y débiles que somos frente a la adversidad. Pero olvidaremos cualquier enseñanza y volveremos a caer en las manos del dolor, es sólo cuestión del mismo tiempo que nos libera de los recuerdos, el mismo que nos vuelve a sentar ante el escenario donde se vuelve a representar la tragicomedia que nos concierne que no es otra que la travesía de nuestras vidas.

A fin de cuentas, ¿no dijo alguien que vivir era recorrer un valle de lágrimas?


Mañana más. O pasado...